Celebra las bodas de oro como sacerdote.
La tradición judeocristiana se ha caracterizado por su tradición constructora. Ha construido una civilización (la occidental), rica en valores; basada en la familia como célula fundamental del tejido social.
En ese ámbito, la iglesia (madre incomprendida que nos indica el camino de la felicidad) ha tenido un papel protagonista como transmisora de los valores de esa tradición judeocristiana, que tan ímprobos frutos ha dado a la humanidad en ámbitos como el arte, la arquitectura, las letras, o el pensamiento.
En 1990, la iglesia envía un sacerdote a nuestro pueblo de Calera, D. Antonio Molina con el objetivo de ser transmisor de esos valores inherentes en el evangelio, esa buena nueva en la que el mismo Dios se hace hombre.
25 AÑOS AL SERVICIO DE CALERA Y 50 AÑOS AL SERVICIO DE LA IGLESIA
Han pasado 25 años y se puede aseverar que ha cumplido su misión, la remodelación del templo en diversas fases, la construcción de los salones parroquiales, la creación de la romería de la Virgen de la Vega, el impulso de la adquisición de las nuevas carrozas, el nuevo órgano, y lo que es más importante, la administración de los sacramentos con celosa dedicación. En descanso dominical, la iglesia invita a hacer obras de misericordia, D. Antonio ha dedicado los domingos por la tarde a visitar a los enfermos caleranos.
De este modo, ha realizado el cometido que le fue encargado, aquel 8 de agosto de 1965, día de su ordenación sacerdotal; juntó a el fueron ordenados D. Agustín Brasero (alcoleano y capellán del hospital de Talavera) y D. Francisco Marrupe (párroco de la Iglesia de Santiago). D. Antonio y sus codiscipulos fueron recibidos el pasado 7 de mayo de 2015 por el arzobispo D. Braulio Rodríguez y por el deán de la catedral D. Juan Sánchez. Ese día fue S. Juan de Ávila, patrón del clero español.
MANOS Y CORAZÓN
El cristiano siempre se ha debatido entre dos actitudes, hacer y escuchar, trabajar y sentir, Marta y María, manos y corazón. En nuestro párroco se produce una simbiosis entre ambas actitudes, tiene manos para hacer y corazón para sentir; un corazón que late al ritmo que el del sagrario. El mismo corazón que le jugó una mala pasada mientras preparaba la misa de S. Pedro en la recuperada ermita de S. Policarpo.
Ahora esas manos y ese corazón se retiran a su pueblo natal, su querida Fuenlabrada de los Montes, para seguir anunciando a Jesucristo.